Meteoro nº 21 Dios y la Gioconda. B. García Martínez, P. Tagle Barton

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Meteoro nº 21 Dios y la Gioconda

Contenidos

Malestar en la civilización y radicalización religiosa, Beatriz García Martínez

Giocondas, Patricia Tagle Barton

 

Edición para imprimir  Meteoro nº 21 Dios y la Gioconda

 

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Malestar en la civilización y radicalización religiosa

Beatriz García Martínez

Psicoanalista en Madrid, miembro de la AMP (Asociación Mundial de Psicoanálisis) y de la ELP (Escuela Lacaniana de Psicoanálisis)

En el libro “El psicoanálisis a la hora de la guerra”, del que es compiladora, Marie-Hélène Brousse enuncia la siguiente tesis: la guerra es un producto de la civilización, en tanto implica siempre un discurso. La guerra no es un retorno a los instintos cuando se abandona la civilización, ni es tampoco una pelea entre dos, marcada por el predominio de la rivalidad con el semejante. La guerra está hecha de discurso y muchas guerras y actos de violencia se llevan a cabo en nombre del bien y de altos ideales civilizadores.

La escalada de lo religioso en el mundo entero es un hecho que sorprende a todos los que esperaban un progreso de la historia hacia el dominio de la ciencia y la razón. No solamente nos encontramos con el fenómeno del fundamentalismo islámico y su correlato de horrores dentro y fuera del mundo musulmán, sino que no hemos de olvidar que en los Estados Unidos, el país de los grandes avances científicos, hay muchas escuelas donde se ejerce una prohibición que podríamos ver como propia de la Edad Media: enseñar la teoría de la evolución de Darwin está prohibido porque entra en contradicción con la doctrina cristiana del origen del mundo. También conviene recordar que en toda Latinoamérica las iglesias evangélicas y pentecostales conocen una expansión sin precedentes. El psicoanálisis, solidario de las condiciones de la civilización, no puede dejar de interrogarse sobre la función subjetiva de la religión y los factores que están en la base de este auge del radicalismo religioso.

El psicoanálisis freudiano, heredero de las luces de la razón moderna, llegó como enemigo del oscurantismo religioso y amigo de la ciencia. Freud decía que la religión era la neurosis obsesiva de la humanidad, que consistía en renunciar al goce a cambio de la seguridad que Dios, un trasunto del padre para Freud, provee. La religión fue tomada por Freud como una falta de coraje. En su escrito “El porvenir de una ilusión”, Freud confiaba en que la religión iría perdiendo prestigio a favor de la ciencia, entre cuyas filas pretendía situar el psicoanálisis.

Lacan, en cambio, en 1974 en una conferencia de prensa en Roma, publicada con el nombre “El triunfo de la religión”, profetizó que, frente a las perturbaciones introducidas por la ciencia, la increíble máquina de producir sentido que es la religión, tenía su lugar asegurado, a diferencia del psicoanálisis que, decía Lacan, no es seguro que sobreviva.

La ciencia, que para Freud era fuente de esperanza, no era vista por Lacan de la misma manera. Él percibía su cara de potencial introductora de graves perturbaciones en la vida humana. Por ejemplo, con los avances referentes a los nuevos modos de reproducción que la tecnología médica ha conseguido, la inscripción simbólica de la filiación ha quedado tocada. También el hecho inamovible de la existencia de dos sexos ha sido conmovido con las nuevas posibilidades de la tecno-ciencia, o la misma idea de qué es estar vivo o muerto, con la clonación, los trasplantes o incluso una cierta esperanza en la inmortalidad con la posibilidad de la criogenización, de la que se oye hablar de nuevo últimamente.

Además de introducir estas perturbaciones, la ciencia ha expropiado el saber sobre la experiencia humana que daba una continuidad a la vida psíquica de las generaciones, sustituyéndolo por un lenguaje supuestamente científico y universal que pretende operar directamente sobre lo real, conmoviendo los puntos de referencia fundamentales. El capitalismo lo ha hecho también por otras razones que podemos resumir en su empuje a reducir toda vida humana a una mercancía. Ambos, ciencia y capitalismo, tienen la particularidad de que su discurso no hace un lugar a lo subjetivo ni a lo imposible, a aquello de la experiencia humana que no puede representarse ni medirse, comprarse ni venderse. De esa manera fragilizan las vidas de los seres hablantes, que son fundadas, como muestra el psicoanálisis orientado por Lacan, sobre un imposible de decir.

A esta expansión de lo real insoportable producido por la ciencia y el capitalismo salvaje, podemos atribuir el auge del discurso de la religión, especialmente el de la religión islámica, no estorbada por el mito del padre, tan de capa caída hoy en día. Como ha señalado Fethi Benslama, un psicoanalista que se ha ocupado del estudio de la religión islámica desde el psicoanálisis, Dios no es el padre en el Islam.

Por otra parte, si Freud ligaba la religión al complejo paterno, del que nunca logró desprenderse completamente, el Lacan estructuralista va más allá y, constatando que no existen culturas sin Dios, propone a Dios como producido por la estructura. Creemos en Dios, aún sin saberlo, por el hecho de hablar y estar apegados al sentido. Todo sentido es en último extremo religioso. Marie-Hélène Brousse hace hincapié en la adicción al sentido de los seres hablantes que somos y ha definido al psicoanálisis como un exorcismo, no del demonio, sino de Dios, siendo Dios el Otro del discurso. Por la enseñanza de Lacan sabemos que cuando la palabra se encarna todo empieza a ir mal. La palabra al hacerse carne se hace parásito que busca gozar de oírse hablar a sí mismo. Por eso, dice Marie-Hélène Brousse, no podemos echar a Dios sin tener en cuenta que el discurso, en este caso el discurso religioso, es también un modo de goce.

En la religión, entonces, no se trata solo de discurso. Si para Freud en un principio la instancia del superyó, heredera del complejo de Edipo, era la internalización de los mandatos y prohibiciones de los padres, más tarde va a encontrar en la clínica que el superyó no afloja su severidad cuando el sujeto renuncia al goce sino que por el contrario, más renuncia el sujeto, más la voracidad del superyó aumenta la culpa y la necesidad de castigo. Lacan da un paso más y redefine el superyó como imperativo de goce. Esta consideración del superyó como empuje al goce podría ser de utilidad a la hora de pensar cómo operan las nuevas formas integristas de las religiones monoteístas.

Eric Laurent, en su conferencia “Religión y cuerpo hablante” impartida recientemente en Barcelona, apunta a la siguiente diferenciación: la religión, como discurso y lazo en la historia, tiene dos caras: una de sabiduría que tiene que ver con el saber sobre el goce y su regulación, y otra de locura y búsqueda de una sumisión sin límites que puede tomar la forma de la violencia y el entusiasmo por la muerte.

En estos tiempos de caída de la instancia del Nombre del Padre como regulador del goce, a la que apuntaría la sabiduría religiosa, el retorno a las religiones parece tener lugar bajo su forma radicalizada, en la que prima la cara de búsqueda de un goce ilimitado, expresión del superyó en sus formas más locas y mortíferas.

 

Gioconda

Giocondas

Patricia Tagle Barton

Psicoanalista en Lima, miembro de la NEL (Nueva Escuela Lacaniana) y la AMP (Asociación Mundial de Psicoanálisis)

 

“De qué callada manera se me adentra usted sonriendo…”[i]

¿Plasmar un enigma?

Dos pinturas, dos cuadros, me servirán de leit motiv, o apenas de pre-texto para hablar de “La mujer”; aquella que, según Lacan, no existe. En las antípodas de lo que podría juzgarse como un gesto de misantropía si sólo se escucha y se hace eco ciego de esta afirmación, me atrevo a decir que ningún psicoanalista antes de Lacan avanzó tanto en la comprensión de la singularidad del goce femenino, estructuralmente esquivo, enigmático, indecible. Por ello mismo, imposible de universalizar. Resulta paradójico que Freud, quien inauguró este campo haciendo audible “la otra escena” -la del inconsciente, pero también la de las marcas más singularmente radicales del encuentro de cada ser humano con la vida- conducido por las mujeres, se detuviera frente al misterio que lo femenino encarna. “El continente negro”, lo llamaba. Tierra incógnita. ¿Inescrutable?

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Quizás nadie como Leonardo da Vinci atinó a plasmar de un modo tan vivo e inmortal el misterio del goce femenino que tanto interpeló a Freud y que Lacan desbrozó para nosotros. Su Gioconda -la de la dulce mirada y la sonrisa enigmática- insinúa delicadamente ese indecible en el lienzo. Poco más de un siglo antes Dante Alighieri, “El poeta”, describió su descenso a los infiernos en su incesante búsqueda de la beatitud que él suponía a una mujer, Beatriz: “Una mirada, la de Beatriz, esto es, nada de nada, un parpadeo y el desperdicio exquisito que es su resultado: y hete aquí surgido el Otro que sólo debemos identificar con el goce de ella..”[ii]

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En la otra punta de este arco pictórico está este cuadro que me acompaña. Un poco grande, colorido, imperfecto, absolutamente irreverente -con un aire quizás apicassado- una mujer ocupa el primer plano y nos sonríe en un gesto de alegre picardía. Él –a quien no nombraré- la pinta casi de cuerpo entero. Medio vestida ¿o medio des-vestida? sus “sex symbols” (senos, pubis, vientre y ombligo, ¿pestaña y cejas?) al descubierto. A mi entender este cuadro nos muestra el reverso de la revelación: la figura del cuerpo femenino se revela, mas el enigma permanece invisible; diré, incluso, inasible. Es lo que escapa a la mirada aún en la fijeza que ella impone. Ahí -donde no queda aparentemente mucho más por des-cubrir- es, nuevamente, el enigma de lo femenino lo que salta a la luz, y se re-vela.

Curiosamente en el reverso de la tela se encuentra escrito aquello que la nombra: (Una) “chica de hoy”.

Ese “gío” indecible

“Hay un goce de ella, de esa ella que no existe y nada significa. Hay un goce suyo del cual quizá nada sabe ella misma, a no ser que lo siente: eso sí lo sabe.” [iii] -nos dice Lacan.

De lo indecible, y nuestros tiempos

¿De qué callada manera, me pregunto, se articula sintomáticamente hoy en día para cada ser hablante, ese enigma que por alguna razón lo femenino -como expresión de la Otredad radical, irreductible, encarna? Si para “él”, “ella” encarna lo inasible, lo incomprensible (“¿quién entiende a las mujeres?”); para “ella” alguna Ella –radicalmente Otra para sí misma- encarna su propio misterio, inalcanzable.

De eso se trata. Y de los tratamientos actuales de ella, ¿o eso? que, sin el recurso a la vía de la sublimación – “Querida y bienvenida sublimación, así a ti me dirijo, compañera predilecta de mi soledad donde el goce no tiene nombre. Sublimación… amiga fiel, más que fiel…pues nunca me provee ´verdades´ y… siempre me dice ´esto sigue siendo mentira, mas no importa… pues es mejor seguir hablando´…”[iv] se presentifica en nuestros tiempos por las derivas sintomáticas de lo hétero como lo imposible de soportar.

Hacerse contar, hacerse hablar; o de la “solución” de Sherezade

La historia es esta. Hubo un sultán poderoso (y misógino, también) –tan poderoso que le estaba permitido decapitar a las mujeres de las que gozaba. Se cuenta que, despechado por descubrir que su esposa gozaba de “otro” (¿o lo Otro?) en su ausencia, decidió gozar cada noche de una mujer y decapitarla al amanecer (ciertamente era un sultán desengañado). Y es así que la dulce Sherezade le salió al paso. Una vez encontrándose en el lecho del sultán, postergó el acto sexual contándole una historia. Y Una, y Una, y Una… por Mil y Una noches. El resto es leyenda, y, hay que decirlo, un libro inasible, dado que cuenta con mil y un versiones.

Un psicoanálisis posible es una apuesta valiente, sin duda.

Un tratamiento posible a lo imposible de tratar. Apostar a que algo de eso –lo imposible de soportar para cada quien- “cuente” y se haga hablar.

El resto… es poesía

Me gustas cuando callas porque estás como ausente.

Distante y dolorosa como si hubieras muerto.

Una palabra entonces, una sonrisa bastan.

Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto.[v]

 


Referencias

[i] Pablo Milanés/Nicolás Guillén; Canción De qué callada manera

[ii] Lacan, Jacques: “Televisión”, en Otros Escritos; Paidós, Bs. As. 2012, pp 552-553

[iii] Lacan, Jacques: El Seminario 20, Aun; Paidós, Bs. As. 1981, p. 90

[iv] Guimaraes, Leda: ‘Uma interrogação sobre o resíduo da transferência’. Trabalho apresentado na Mesa do Cartel do Passe no Congresso de membros da EBP, em Tiradentes-MG, 2011.

[v] Neruda, Pablo; “Poema XV”, en 20 poemas de amor y una canción desesperada.