Meteoro nº 17 Ganarse la vida, circundar la muerte. A. Fuentes, A. de la Cueva

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Meteoro nº 17 Ganarse la vida, circundar la muerte

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Ganarse la vida. Próximas Jornadas del CPA-MADRID: 17 de mayo de 2016, Araceli Fuentes

Mi viaje alrededor de la muerte, Antonio de la Cueva Delgado

 

Edición para imprimir  Meteoro nº 17 Ganarse la vida

 

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Ganarse la vida

Próximas Jornadas del CPA-MADRID: 17 de mayo de 2016

Araceli Fuentes

Analista de Escuela (A.E. 2010-13). Miembro de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis (ELP) y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP). Docente del Instituto del Campo Freudiano-NUCEP.

 

Para “Ganarse la vida”, título de las próximas Jornadas del CPA-Madrid (1), es necesario tener un cuerpo. A simple vista parece lógico que haya que tener un cuerpo para hacer cualquier cosa, lo que no se ve a simple vista es que hay algunos sujetos que no tienen cuerpo. Tener un cuerpo implica ocuparse de él, cuidarlo, alimentarlo, vestirlo y cuando un sujeto no cuida su cuerpo, cuando estando gravemente enfermo no va al médico o no cree en la gravedad de lo que le ocurre podemos preguntarnos si ese sujeto tiene un cuerpo.

El cuerpo y el organismo no son lo mismo, todos nacemos con un organismo pero tener un cuerpo es otra cosa, implica un anudamiento de lo real del goce, de lo imaginario del cuerpo y de lo simbólico de la lengua. Tener un cuerpo no es algo automático y en su producción se pueden producir diversos accidentes.

“No tener un cuerpo” se puede manifestar de distintos modos: a través de fenómenos de extrañamiento del cuerpo propio, de dificultades para reconocerse en el espejo, de momentos de desenganche del cuerpo en los que el sujeto siente que se aleja de su cuerpo, que la perspectiva que tenía del mismo ha cambiado, que no se mira con los mismos ojos. Hasta llegar al extremo de sentir que no están allí donde está su cuerpo o que, literalmente, como me decía un paciente, su cabeza iba por un lado y su cuerpo por otro. Todos estos fenómenos que afectan a la relación de los sujetos con sus cuerpos van acompañados de otros fenómenos, tales como la alteración del sentimiento de la vida cuando no la desvitalización que producida por la hemorragia libidinal que sufren. Todo ello se acompaña de afectos de angustia, ansiedad, y fenómenos hipocondríacos de diversa índole.

En nuestra experiencia del CPA-Madrid hemos observado que cada vez son más son más frecuentes los casos de sujetos afectados profundamente en la relación con su cuerpo. El tratamiento en estos casos apunta a la reparación de lo que para cada uno de ellos se deshizo, para uno se tratara del enganche de la imagen con la lengua a través de una actividad artística, para otro se producirá en un contexto en el que puede velar lo real de su cuerpo asociándolo a una experiencia física y a una canción en su lengua materna. Son casos en los que se trata más de una clínica del anudamiento que de una clínica del desciframiento. Con cada uno de ellos exploramos las posibilidades de volver a anudar lo que un día se desanudó, o de buscar soluciones nuevas que son siempre soluciones singulares en los que el sujeto afectado ha de poner algo de su parte, porque sólo a partir de ahí podrá encontrar su propio camino para establecer una relación nueva o distinta con ese cuerpo que tiende a escapársele o en el que no se reconoce. No siempre es fácil y a veces la presencia real del cuerpo es extremadamente angustiante para quien vive la experiencia por lo que se trata en muchos casos de una clínica que implica la urgencia.

El psicoanalista participa en este trabajo, también prestando su cuerpo, su presencia como punto fijo que permitirá producir un referente externo para quien no lo tiene, como acompañante que explora los caminos posibles de un posible anudamiento, o como el que sostiene un límite con la suavidad y la decisión necesaria para parar una deriva peligrosa o como quien dice “no” para tratar de parar una hemorragia libidinal que lleva a un sujeto a entregarse a un delirio hipocondriaco, para ganar el tiempo que hace falta para encontrar una nominación que le sirva al sujeto. A veces buscando con el sujeto el pequeño detalle que nos da la pista para un posible tratamiento, no hay trajes prefabricados para estos sujetos, es necesario hacerlos a su medida. Soluciones singulares, soluciones que hay que inventar no sin la ayuda de los propios sujetos. A veces el tiempo limitado del dispositivo no es suficiente para encontrar los medios, entonces buscamos otras maneras para que lo que comenzó pueda continuar por otros medios. En cualquier caso, para ganarse la vida hay que tener un cuerpo y si no se lo tiene, hay que construirlo.

 

(1) Centro de Psicoanálisis Aplicado

 

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Mi viaje alrededor de la muerte

Antonio de la Cueva Delgado

Psicólogo clínico, psicoanalista. Inspección de Centros de Servicios Sociales de la Junta de Andalucía. Socio de la sede de Sevilla de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis (ELP).

 

Hace muchos años tuvo cierta influencia en mi época adolescente, de cara a lo que sería mi elección profesional, encontrarme con un libro cuyo título: “Mi viaje alrededor de la locura”(1), relata cómo un testigo ajeno, tras un periplo por 20 hospitales de España, las impresiones causadas sobre la situación de precariedad asistencial y mediocridad profesional, que dominaba la psiquiatría a principios de los años setenta. Sin embargo, no es este el viaje del que quiero hablar, aunque sí reconocer que es mi punto de partida.

Por motivos de nuevos desempeños laborales, me he visto inmerso en lo que he llamado mi viaje alrededor de la muerte, pues para garantizar la atención al mayor, mi cometido al igual que el de otros compañeros, es visitar centros residenciales de mayores; lo cual se ha convertido en una oportunidad de conversar con personas que están llegando al final de su ciclo de vida, viendo y compartiendo de cerca las circunstancias singulares, que les han llevado a ser atendidos en este tipo de centros. En algunos casos por elección propia y en otros sin posibilidad de elección. Y esto sin duda, marca mucho la diferencia, de lo que en el corto camino que todavía les queda por recorrer, se nota cómo en algunos todavía hay atisbo por la vida o saber de ella; y en otros casos, es una monótona espera a que el cuerpo se apague e invalide por completo al sujeto.

Estos recursos creados en la llamada sociedad del bienestar, me han puesto en el camino de pensar en esta etapa, que como bien nos lo recordó nuevamente el séptimo arte en “Amour”(2), la situación de indefensión y fragilidad puede ser tan grave, alarmante y desoladora; sobre todo cuando hay un deterioro crónico y progresivo letal en el cuerpo, que esta ficción del cine lleva a los personajes a una solución, que pasa por la insondable decisión, que por amor toma el marido, al quitarle la vida a ella, respondiendo a su deseo.

Es cierto que los psicoanalistas atendemos a los sujetos, y no prestamos mucha atención a su edad cronológica, aunque hablamos de niños, adolescentes y adultos. Sin embargo, hablamos muy poco de las personas ancianas. Al menos, creo que en mi experiencia, en contadas ocasiones he escuchado a un psicoanalista relatar públicamente un caso. Supongo que puede que no lleguen a la consulta o vengan de vuelta, o si llevaron a cabo su análisis, desde luego no lo continuaron ya siendo ancianos. De todas formas ahí queda como pregunta, pues aunque no soy muy partidario de las estadísticas, la pirámide poblacional envejece cada vez más y más, y en nuestro siglo XXI nos enfrentamos a una población europea bastante envejecida, que tendría que tener también esa posibilidad de ser escuchada, y no solo desde las consultas privadas, sino también desde los cada vez más espacios artificiales, que se han creado para que llegados a esta edad, los sujetos tengan un lugar en el mundo, hasta la llegada de la última hora o del sueño eterno, en la cada vez más sociedad individualista, que ha privilegiado al joven, sin prestar atención y dar un lugar al deseo y al saber de las personas mayores.

Y es que como decía Mannoni (3), la persona de edad ya no es tratada como sujeto, sino sólo como un mero objeto de cuidados; hasta el punto que la sordera de muchos cuidadores, sean familiares o profesionales, va quitándoles recursos para que vuelvan a arrancar como sujetos deseantes. Todo ello, motivado porque su deseo ya no encuentra anclaje en el deseo del Otro.

Todo esto, me hace pensar en la experiencia del desamparo más radical, que nuevamente vuelve a reeditarse al final del viaje, cuando el cuerpo no nos sostiene, pero tampoco nada apenas nos sostiene en relación a esos otros que convivieron con nuestra voz; entonces el sujeto vuelve a sentir un desamparo del que lo único que cabe es que el sujeto abandone su deseo por vivir.

Supongo que cada sujeto reacciona en su singularidad a las contingencias de la vida, como puede o ha sabido hacer. Lo cierto es que algunos, en una soledad terrible, prefieren estar protegidos de su fragilidad en un centro residencial. Sin embargo, para otros tantos, el cambio que supone en su vida cotidiana, sujeto a normas, horarios y acompañadas por personas alejadas de su entorno y compartiendo su intimidad con alguien que no ha elegido como compañero de habitación, donde en algunos casos no hay ni siquiera esa posibilidad de tener objetos que formaban parte de su vida, va a conllevar el derrumbe psíquico. En cualquier caso, ya sea por aislamiento, mal tolerados por su familia o por la institución, seguramente en todos ellos hay un punto en común, y es que en su relación con el otro, la persona de edad ya no es tratada como sujeto, sino sólo como un mero objeto de cuidados.

Como vemos, este tema nos plantea hoy también la problemática de los ancianos en una sociedad como la nuestra en la que, paradójicamente, y al mismo tiempo sintomáticamente, el aumento de la esperanza de vida ha venido unido con el deterioro de su calidad y sobretodo de su dignidad. ¿Puede la medicina alargar la vida y puede, al tiempo, la sociedad, ofrecer una vida digna a los ancianos?

El mercado capitalista hace tiempo ha encontrado un campo emergente para hacer su ganancia, esta vez con los sujetos más frágiles; por lo que la atención que puedan recibir hay que ponerla en un impasse, y ver caso por caso, pues la lógica capitalista es buscar el rendimiento del producto. De hecho, me sorprendió un artículo de opinión en el diario El País (4), dónde Evgeny Morozov, autor del libro “La Locura del solucionismo tecnológico”, hace una reflexión sobre el nuevo Estado de Bienestar creado por Silicon Valley, que pretende más que mejorar la calidad de vida de los ciudadanos, aprovecharse de sus actividades para incrementar sus ingresos. Es por ello, que plantean que los mayores de Singapur puedan tener un robot que les mantenga sanos y en forma. Y lo peor de esto, es que pretenden no sólo facilitar la vida a las personas mayores y darles más autonomía, sino que aspiran a alargarles la existencia. Incluso Google ha lanzado su propio grupo antienvejecimiento, gastándose el dinero a espuertas en artilugios de mejora de la salud. Claro que este alargamiento de la existencia termina por amargar la vida. Así que no sabemos dónde quedaría la dignidad del sujeto, pues los cuidados asistenciales tienen que ver con el proceso no con el resultado. Por tanto, lo que importa es la gestión al por mayor económicamente eficiente y sin complicaciones de los ancianos. En definitiva, son las empresas quienes definen la demanda y la necesidad. Así que se trata de un Estado de bienestar empresarial que no trata a los ciudadanos como consumidores, sino que solo somos centros de coste que hay que minimizar. A la frase de Séneca “la vejez es una enfermedad incurable”, en oposición le ha surgido, lo que el científico David Sinclair afirma explicando el Revesterol cuando dice que «la vejez es una enfermedad que muy pronto podrá curarse». (5).

Lo cierto es que pronto estará en el olvido, que los ancianos puedan contar realmente con la compañía y el humor de cuidadores humanos, financiados por sus impuestos. Ahora, más bien se trata de un futuro donde las grandes empresas prolongan la existencia para poderle sacar todavía más datos a nuestras interacciones con robóticas interfaces. O como dice el autor “la vejez se ha resuelto”.

Cada vez quedará más lejano el recuerdo de aquellos días, dónde el abuelo de la familia tradicional tenía su sitio, era escuchado y era acompañado hasta su final. De tal forma, que niños, jóvenes y adultos convivíamos con la cercanía de la muerte, como un estadio más de la vida, que era aceptada por todos, a pesar del dolor de la pérdida de un ser querido. El contraste entre la vida y la muerte se vivía en lo cotidiano y como forma también de valorar lo que es la vida.

En la época actual el recurso de la familia se vuelve escaso, o no se encuentra ante la multitud de destinos que ha tomado en nuestro final de siglo XX y principios del XXI. Sin embargo, no dejan de ser hablanteseres, que necesitan un lugar donde su palabra sea reconocida. Desde luego, cuando el cuerpo se ha convertido en una cárcel del sujeto, no hay ánimo ni fantasma que sostenga una ventana abierta al mundo, y lo que uno ve y a veces escucha, cuando está cerca de ellos, puede ser mucha desolación, física y anímica.

En una de mis visitas a un centro residencial una mujer de 90 años me decía: “Yo no soy ni la sombra de lo que era”. Relataba que su marido había fallecido hace más de una década, pero mirando el retrato de ellos recién casados, tiene el recuerdo de cuánto jugaban y se divertían juntos, porque se sentía muy querida. Una forma por otra parte, de ser capaz de sostener esa frase, porque efectivamente si ni siquiera hay sombra ¿Qué es lo que hay en un cuerpo erosionado por el paso del tiempo, que apenas se sostiene?. Recordaba ese fragmento presocrático atribuido a Critias que dice así: “Persiguiendo la sombra, el tiempo envejece deprisa”.(6)

En nuestros días la vejez es respetada si se parece a la juventud, si disimula lo suficiente su realidad más verdadera. No es que se tema sólo a la vejez porque no queremos dialogar con ella, sino que en el fondo estamos empeñados en escamotear la muerte, en hacerla tan joven que pareciera que nunca se va a morir con nosotros. Así que como dice el filósofo Aurelio Arteta ya no hay, apenas, Sénecas ni Epictetos que reflexionen sobre la vejez, y menos en primera persona. (7).

Para ir concluyendo, la solución que propone Séneca no pasa por la hiperactividad ni por la holganza, sino por una serena aceptación de la propia mortalidad, que nos permita administrar positivamente el espacio clausurado de la propia existencia. (8). Esto me recuerda que los Principios adoptados a finales del año 1991 por las Naciones Unidas, a favor de las Personas de Edad, comienzan con la frase “Para dar más vida a los años que se han agregado a la vida”. (9).

Creo que tanto las indicaciones de Séneca como estos principios, pueden ser una buena brújula para orientarnos éticamente en nuestro trabajo con la tercera edad y, como dice el poeta Miguel Hernández “Soy una abierta ventana que escucha, por donde va tenebrosa la vida. Pero hay un rayo de sol en la lucha que siempre deja la sombra vencida”.(10).

 

Referencias

1.- Ángel María De Lera. “Mi viaje alrededor de la locura”. Editorial: PLANETA, Barcelona, 1972.

2.- Pelicula “Amour”. Austria, 2012. Escrita y dirigida por Michael Haneke.

3.- Mannoni, M. (1992). Lo nombrable y lo innombrable. La última palabra de la vida. Buenos Aires: Nueva Visión.

4.- Diario El País del 30 enero 2016. Artículo Opinión de Evgeny Morozov: “¿Un robot para cada persona mayor?”, autor del libro “La Locura del solucionismo tecnológico”.

5.- “David Sinclair explicando el Resveratrol y el antienvejecimiento”. Miércoles, 23 de octubre de 2013. www.cronicasdelenvejecimiento.com/…/david-sinclair-explicando-el.htm.

6.- Fragmento presocrático atribuido a Critias, recogida en el libro:” El tiempo envejece deprisa”, de Antonio Tabucchi, editorial Anagrama, 2009.

7.- ABC Cultural del 28 octubre 2015 : “Arteta, la vejez a examen en “A pesar de los pesares”, sobre su libro: «A pesar de los pesares. Cuaderno de la vejez». Aurelio Arteta. Ensayo. Ariel, 2015.

8.- Principios de las Naciones Unidas en favor de las personas mayores 16 diciembre 1991.

9.- Séneca. Sobre la brevedad de la vida. Biblioteca virtual de Andalucía. Junta de Andalucía. Consejería de Cultura. 2010.

10.- Miguel Hernández. Libro: “El Rayo que no cesa”. Editorial S.L.U. Espasa Libros, 2012.