Meteoro nº 14 Autismo. N. Carbonell, M. Unterberger

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Meteoro nº 14 Autismo

Contenidos

La batalla del autismo: Un real de nuestra civilización y nuestra respuesta, Neus Carbonell

Nota para un esclarecimiento ante la urgencia del autismo, Mónica Unterberger

 

Edición para imprimir Nº 14 Autismo

 

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La batalla del autismo: Un real de nuestra civilización y nuestra respuesta

Neus Carbonell

Psicoanalista, filóloga, doctora en Literatura Comparada, psicóloga, escritora. Miembro de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis (ELP) y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis.

La campaña contra el psicoanálisis desde algunas asociaciones, apoyada subrepticiamente por profesionales con intereses partidistas, nos ha sorprendido siempre por su virulencia. En efecto, poder interpretar estas reacciones como un fenómeno de civilización ha sido una de las respuestas del Campo Freudiano. Lo que está sucediendo en Cataluña en los últimos meses nos compele a continuar por esta vía.

Estas asociaciones, que se han constituido en un lobby, dirigen una campaña de presión para obligar a los políticos y legisladores a que dicten a los profesionales los tratamientos del autismo en dos direcciones: la imposición de los tratamientos ABA y la exclusión del psicoanálisis. La primera petición no se entiende a menos que detrás de esta campaña se escondan intereses partidistas que utilizan el dolor de algunos padres sin ningún tipo de escrúpulo. La segunda parte me parece más enigmática: ¿qué ha encarnado esta gente en el psicoanálisis?

De cualquier modo, los acontecimientos revelan una vez más nuevos efectos de la caída del Nombre del Padre, sobre los que ya Jacques Lacan advirtió y que Jacques-Alain Miller dilucidó para nosotros. Cuando el semblante de la verdad cae, se abren dos vías: el retorno de los dioses oscuros o la pluralización de los nombres del padre. No me cabe ninguna duda de que los manejos para imponer una dictadura del tratamiento del autismo pertenece al reino del autoritarismo más oscuro. Los que optamos por otro modelo de civilización, elegimos las consecuencias de la pluralización. En las últimas décadas, la Escuela Una ha trabajado intensamente para llevar el psicoanálisis a la altura de nuestra época, y lo ha hecho siempre en esta dirección.

Por todo esto, nuestra respuesta a la campaña infame que se dirime en Cataluña se fundamenta en los siguientes puntos:

  1. Los profesionales de la red pública cumplen con los requisitos legales en cuanto a su formación. Por tanto, son contratados como psicólogos o psiquiatras. La orientación que escojan en el marco de su formación universitaria está protegida por la libertad del ejercicio profesional. Pretender otra cosa es un atentado a la libertad y a los derechos profesionales.
  2. Los padres deben poder disponer de dispositivos diversos y de profesionales con orientaciones distintas, para escoger lo que mejor se adecue a su manera de vivir y entender la relación con sus hijos. No se puede imponer a todos lo que, supuestamente, ha ido bien para unos.
  3. Si se impone un método de tratamiento de forma obligatoria y exclusiva, ¿qué se hará, entonces, con todos aquellos casos resistentes a ese tratamiento? Sin duda, una política así va a generar enormes bolsas de segregación, además de aumentar el malestar que se creía tratar.
  4. Es erróneo fiar exclusivamente el futuro de una persona con autismo a la intervención terapéutica o educativa. El autismo es una posición compleja. A lo largo de la vida de una persona con autismo suceden muchas cosas que no son ni previsibles ni a veces superables. El autismo nos confronta a la imposibilidad de realizar pronósticos fiables. Siempre estará en juego no solo la posición del sujeto, sino también la contingencia de los encuentros. En este sentido, las terapias que prometen resultados universales, mienten, inevitablemente.
  5. Debemos estar alerta a los efectos generados por la idealización del autismo, a raíz de la popularización de casos del llamado autismo de alto nivel o el Síndrome de Asperger. A más idealización, más segregación. No olvidemos lo que la psiquiatría clásica llamó la inmutabilidad del autismo.
  6. No existe la tan proclamada evidencia científica acerca de las terapias cognitivo-conductuales. Tampoco existen estudios sobre personas tratadas con las TCC a lo largo de su vida o en períodos largos, lo que sería necesario para comprobar si hay beneficios a largo plazo o, más bien, desplazamientos sintomáticos. Sí que hay muchos testimonios sobre el maltrato en que, demasiado frecuentemente, derivan estas técnicas.
  7. El sufrimiento de los padres de una persona con autismo puede ser inconmensurable. Es comprensible que se convierta en demanda y reivindicación, pero no es seguro que ésta sea su mejor forma de tratamiento. El psicoanálisis tiene una teoría sobre el malestar y la angustia con la que responder de otra manera.
  8. El psicoanálisis tiene una manera de entender y tratar el autismo avalada por numerosos casos sometidos a discusión y control. En este sentido, forma parte del bien común.
  9. Finalmente, la pluralidad y el debate son las mejores vías para tratar lo imposible.

De las conversaciones que hemos tenido hasta ahora con diferentes estamentos de la administración y de los representantes políticos, concluimos que hemos abierto el interés en cuanto a los beneficios de la pluralidad de orientaciones terapéuticas, al menos en un campo tan delicado como el del autismo. Desde luego, vamos a continuar por esta vía. Como hemos afirmado en otras ocasiones, lo que está en juego es un modelo de civilización.

 

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Nota para un esclarecimiento ante la urgencia del autismo

Mónica Unterberger

Psicoanalista, escritora. Analista Miembro de Escuela (AME), Miembro de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis (ELP) y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis. Docente del NUCEP.

La Carta abierta para un debate público y plural* del Presidente de TEAdir, Iván Ruiz, devenida respuesta y, cuyos términos comparto ampliamente, me decide a esta nota cuya intención es contribuir a un esclarecimiento, que a todas luces, resulta imprescindible.

Ciertos discursos toman como adversario al psicoanálisis y apuntan a aquellos que toman, en su práctica, esa orientación.

Entre lo que manifiestan, advertimos que se desconoce la formación que a éstos, se les exige. Añadamos, de paso, que sorprende que no sea una exigencia ética para los practicantes de otras orientaciones.

Para el psicoanálisis de orientación lacaniana, un psicoanalista es lo que resulta de su experiencia de análisis. Surge de allí. Exige un recorrido amplio, arduo, profundo, durante el tiempo que haga falta, y para quien se orienta por ésta concepción , no del universo, sino del síntoma y del goce, definido como un mixto de sufrimiento y satisfacción, a los fines de extraer de allí un deseo de analista.

Es un deseo tal, que permite intervenir, operar -en su mas amplio sentido metafórico, pero del orden de una operación-, sobre el ser que habla, efectuando cortes, suturas y empalmes en tanto lo exige lo más propio del hecho de esos seres de lenguaje que somos: el de estar subordinados al malentendido, que tiñe todo lazo social y, por ende, todo lazo sexual.

Exige, además, una formación rigurosa, precisa, que examina exhaustivamente la causalidad de los distintos síntomas que afectan a los seres hablantes. También, se prefiere abierta a los saberes que configuran cada vez el horizonte subjetivo en el que nos toca vivir y que nos baña, nos contamina, hasta desconocer incluso que nuestros deseos y voluntades son el resultado, el efecto de palabras oídas, escuchadas, soportadas, rechazadas, amadas, impuestas, olvidadas, de las cuales no tenemos la menor idea….a no ser por el camino que ofrece a quien así lo desea, la experiencia noble de un psicoanálisis. Experiencia que no es posible de calificar ni de terapia ni de psicológica ni de adquisición de habilidades ni de furor sanandis.

Todo lo contrario, una experiencia que da oportunidad a aquello que lleva a ese ser hablante, singular, que sufre y que goza, a producir, por añadidura, una posibilidad de vivir un nuevo arreglo con el deseo, y arrancarle a la opacidad del goce, el silencio de su mortificación repetitiva.

Esos sujetos que pasan por esa apuesta, que de ello se autorizan por sí mismos y por algunos otros, son, justamente, quienes sensibles al sufrimiento, pueden en una ética invertida recibir a aquellos que vienen a buscar por alguna urgencia subjetiva, a un psicoanalista.

El psicoanálisis no es una concepción del universo, Más que ello, se propone como un no-todo que interviene sobre la autosuficiencia, la completitud que pudiera pretender una episteme que se planteara como absoluta.

Lejos de ello, lee los términos de cualquier orientación que se plantea como “única, toda, absoluta” como aquella que lleva en su misma entraña el peso de una autosuficiencia sobre la que ya Empédocles advertía de sus peligros.

En suma, un psicoanalista no es un terapeuta ni un psicólogo, ni un sociólogo y tampoco un fisiólogo o neurólogo. No es allí donde se lo encuentra.

Es lo que resulta de una larga formación rigurosa y exhaustiva, no-toda y cuya ética se separa de toda moral, de todo esfuerzo educativo, de toda formación que pretenda operar por imperativos, siempre tan cercanos a la tiranía que no admite lo más singular de cada ser.

Nos encontramos en una época que conmueve, al modo de un traumatismo, los valores e ideales de una tradición. Ello no es sin consecuencias sobre la subjetividad: nuevos síntomas son el reto ante el cual no es de recibo retroceder. El psicoanálisis advertido de tal conmoción, renueva el esfuerzo epistémico ante tal desafío.

Uno de tales retos lo presenta la virulencia y el enigma de la multiplicación que ofrece el amplio espectro del autismo. Considerar que hubiere un tratamiento único para el Trastorno del Espectro Autista (TEA) no es riguroso. Más aún, teniendo en cuenta que existiera un fundamento serio que pudiera demostrarse en todos los casos, entonces, sería más que deseable que se ofrecieran los argumentos que así lo prueban, para beneficio de toda la comunidad.

Se trata de una cuestión ética y de principios, en estos campos tan delicados y serios, en los que no bastan -ni deben ser confundidos – planteos de reivindicaciones subjetivas, con fundamentos precisos y demostrables.

Pero si no fuera así, y considerando lo expuesto, es difícil de creer, que aquellos padres que libran día a día esa difícil batalla, y a quien les supongo un profundo interés por aliviar a su hijo o hija, del doloroso e insoportable estado en el que viven, les faltara interés por lo que podría aportarle de alivio a ese sufrimiento, la oportunidad de acceder a una orientación cuya práctica, muchos otros afectados, no sólo verifican , sino que reconocen en la evidencia de sus efectos.

Sin el respeto por la particularidad subjetiva del uno por uno, se caería en reducir lo esencial del sujeto a una uniformidad “para todos” igual, que le sustrae lo que tiene de más propio el parlêtre.

La pregunta que surge inmediatamente ante un rechazo tan radical, es ¿a qué responde este empeño de cierre a “otra cosa”?

Deberemos añadir, si, ciertamente, fuera verdadera esta búsqueda de un tratamiento posible para el autismo, ¿a qué cabe atribuir una propuesta de tratamiento único, que conlleva tal rechazo radical a los saberes que trabajan para el bienestar de esos sujetos, como también, por el esclarecimiento teórico que solicitan estos nuevos síntomas de nuestra época?

 

*Puede consultarse en http://autismos.elp.org.es/tag/ivan-ruiz/