Meteoro nº 15 Escritura, cuerpo. G. Briole, S. Courtois, R. Pujol

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Meteoro nº 15 Escritura, cuerpo

Contenidos

Escribir sin temblar, Guy Briole

Cuerpo sin órganos y cuerpo hablante, Sébastien Courtois

Parlêtre, Rodolfo Pujol Ríos

 

Edición para imprimir Meteoro nº 15 Escritura, cuerpo

 

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Escribir sin temblar

Guy Briole

Psiquiatra, Psicoanalista. Jefe del servicio de psiquiatria del Hospital de Val-de Grâce, París (1988-2005). AME y AE (2010-2013), miembro de la Escuela de la Causa Freudiana (ECF), de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis (ELP) y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP).

 

Escribir sobre los acontecimientos que han marcado la historia de los hombres en lo que tiene de más inhumano, no puede hacerse a dos voces. El psicoanalista lo sabe. Él, apunta al bien decir y solo puede mantenerse fuera de los juicios, tanto los de acusación como los de perdón. Las posiciones de Freud, como de Lacan, fueron atrapar lo que, en lo más íntimo de todo sujeto puede alojarse de monstruoso y que, a veces, puede desencadenarse más allá de toda relación de causalidad. Evidenciar este real, no es explicar. Es escribir sin temblar, fuera de toda complacencia.

Las guerras destruyen hasta el último lazo social que podría recubrir o contener este real. El horror que provocan, aunque impensable, no debe hacer retroceder al intentar cernirlo. Es la única cosa que se puede hacer con lo real y con la Memoria. En 2015, se celebraron los 70 años de Hiroshima, esta devastadora explosión de la ciega locura científica y asesina de los hombres. Hay que volver a Hiroshima cuantas veces sea necesario para mantener vivo el recuerdo. Entre otros, este viaje puede hacerse, lejos de las pequeñas confidencias y de las afinidades dudosas, con Marguerite Duras y el texto, tan impactante, que escribió en 1959 como guión del film de Alain Resnais, Hiroshima mon amour: «Quisimos hacer una película sobre el amor. Quisimos describir las peores condiciones del amor, las condiciones más censuradas, las más reprensibles, las más inadmisibles. Debido a la guerra, es la misma ceguera que se impone en Nevers y en Hiroshima. »[1]

Hiroshima mon amour, en efecto hay que ser Marguerite Duras[2] para atreverse en esta improbable declaración de amor y en este lugar para que, en un encuentro incierto con un hombre japonés, emerja el recuerdo de la loca pasión de una joven mujer con un soldado alemán durante la guerra, en Nevers[3]. Se puede perdonar haber pactado con el enemigo pero no haberlo amado. El goce malsano de la traición, de la colaboración, se perderá en la disolución de una retórica dudosa del perdón. La pasión amorosa por el enemigo arde y deja sus marcas por todas partes, en el cuerpo también.

Ella es francesa, él es japonés. Es sacrílego evocar Hiroshima en una cama con su amante, los cuerpos desnudos, entrelazados ¿Es esto lo que hace la resurgencia de Nevers? Él, no entiende Nevers. Y sin embargo capta precisamente lo que esta desconocida le confía, aquí, en Hiroshima. De ella, ha escogido una sola cosa, Nevers. Sabe que en esta ciudad, ha habido una deflagración de lo íntimo, una pasión que resuena en los cuerpos mutilados— aquí, en otro lugar — que ha dejado su huella sobre el suyo. No conoce Nevers, pero reconoce lo que en ella hay, un abismo. Ahora, lo vemos en el lugar del otro, del alemán encontrado en aquella ciudad cuya única particularidad notable es, dice ella, ¡que tuvo allí veinte años! Aquí, en Hiroshima, hubo la mirada, la del encuentro, después la unión de la carne: profunda, llena, intensa. Están, después de esta intensidad, en el tiempo que les queda hasta que sean separados. Este tiempo se alarga por no ser un tiempo para todos, sino el tiempo que cierne lo que pasó en Nevers. Y aquí los tenemos, “ambos, en cierto modo, presas de Nevers”.[4]

Ella es francesa, él es alemán. Es en Nevers donde se encontraron, ella tenía dieciocho años y él veintitrés. Él entró en la farmacia de su padre, por una quemadura en la mano y ella lo curó, sin mirarlo. En un instante su mirada se cruzó con la suya y fue quemada por esa intensa claridad puesta sobre ella. Desde entonces, la mirada estará por todas partes: detrás de las persianas de Nevers, en el jardín desde donde se había disparado, por la ciudad donde “la pasean rapada”, en Hiroshima sobre estos cuerpos mutilados, sobre estas calvicies consecutivas a la lluvia de átomos. No se pueden detener las miradas; la guerra, ¡pero no sólo esto!

Su pasión era un amor por devenir, hacia una vida en Baviera. La partida es para el día siguiente —como en Hiroshima— la cita es sobre un muelle del Loire. Cuando ella llega él está allí, estirado, agonizando; ¡le han disparado desde un jardín vecino! Una de estas acciones heroicas que sólo la cobardía permite; banalidad de la guerra. No es lo que ella piensa, una idea idiota, desplazada. Está loca de amor, loca de este dolor indecible que ya se ha instalado en ella. Se acostará sobre su cuerpo como para hacerse penetrar por él, de lo que queda aún de vida en él, hasta que se enfríe. Un día y una noche entera acostada cerca del cuerpo de su amante muerto: sin moverse por la imposibilidad de diferenciar su cuerpo con el suyo, por no ser separada de este primer amor. No haberse liberado del absoluto del dolor, estar loca de dolor, radicalmente extranjera a la fiesta que invade la ciudad liberada. Un camión se llevará el cuerpo. Arrestada, será paseada por la ciudad para ser rapada: la vivencia de un alivio muy ligero del dolor, de un instante incomparable; no hay tiempo para experimentar vergüenza, ni odio por estos jóvenes héroes de un día que “creen que es su deber rapar bien a las mujeres.”[5] Habrá hecho falta un año para que los cabellos crezcan sustraída a la vista de todos. Grita su dolor, lo llama, grita su nombre en alemán. La encierran en el sótano, la hacen pasar por muerta; su padre lo prefiere así por el deshonor. En fin, su madre puede acercarse a ella pero es para decirle que tiene que marcharse esta misma noche, en bicicleta, sin ser vista ya que está muerta. Llega a París, es el día de Hiroshima, ¡nadie será rapado![6]

Ella es francesa, él es japonés. Su marido no sabe Nevers. Es en Hiroshima, con este hombre japonés, este desconocido que se encuentra la noche de su partida, que dice haber “engañado” su primer amor: “He explicado nuestra historia”[7].

Ella es de ningún lugar, él es de cualquier. Es la guerra y se ama así en Nevers, en Bussy[8], en Hiroshima, ¡por todas partes! La violencia del amor, la absurdidad de la guerra.

Paris – Barcelona, 1 de marzo 2016

Traducción: Helena Torres

[1] Duras M., interview de Marine Landrot, « L’amour, après l’apocalypse », Télérama, n° 3419,‎ 22 juillet 2015, p. 28-30.

[2] Duras M., Hiroshima mon amour, Barcelona, Seix Barral, 1997, p.151

[3] Nevers es una ciudad del centro de Francia, parecida a muchas otras.

[4] Ibid., p. 84. [La traducción propone “presas”. Me parece más adecuado: “endemoniados”, según la expresión francesa “possédés du démon” usada para decir la locura de los amantes.]

[5] Ibid., p. 96.

[6] Ibid., p. 150.

[7] Ibid., p. 110.

[8] Némirovsky Irène, Suite française, Paris, Denoël, Folio, 2004, p. 573.

 


 

Cuerpo sin órganos y cuerpo hablante

Sébastien Courtois

Profesor agregado de Filosofía, DEA por la Universidad París X y la Universidad Autónoma de Madrid.

 

¿Por qué G. Deleuze creó el concepto “cuerpo sin órganos” o CsO[1]? A pesar del encuentro fallido entre Deleuze y Lacan[2] ¿CsO puede dialogar con el cuerpo hablante?

El CsO es ante todo una manera de luchar contra la concepción del cuerpo reducido al organismo: “se opone menos a los órganos que a esa organización de los órganos que se llama organismo”[3]. Al funcionamiento organizado del organismo donde cada órgano tiene su función y está en su sitio, un cuerpo en orden, Deleuze opone un cuerpo más acá del cuerpo orgánico, que no se puede definir con sus órganos fijados.

Por ejemplo, el cuerpo del anoréxico se compone un CsO con sus llenos y sus vacíos, no rechaza su cuerpo sino su organismo. Pero ¿por qué este agenciamiento anoréxico siempre se puede volver mortífero? Deleuze tiene que enfrentarse a la muerte envuelta en el proceso del deseo. El CsO es una articulación frágil en el proceso del deseo porque es a la vez condición del deseo y “modelo de la muerte”.

Si el deseo para Deleuze es máquina (sistema de flujos-cortes) y agenciamento (conexión compleja entre cuerpos y enunciaciones) hay también algo improductivo en el cuerpo: el CsO. “Las máquinas deseantes no funcionan más que estropeadas, estropeándose sin cesar”[4]. Hay algo que siempre puede fallar. ¿No es otra manera de pensar el síntoma?

En “Para acabar con el juicio de Dios”, donde por primera vez se habla del CsO, la voz de Artaud se oye tanto como palabra, como soplo o grito. El cuerpo está afectado por algo que va más acá del significado. Podemos hacer la hipótesis que el CsO es un cuerpo afectado por lalangue.

Y si la esquizofrenia se puede aclarar por el CsO como lo escribe Lacan[5], la función de un órgano se tiene que pensar a partir del lenguaje.

El falo, este órgano sin cuerpo, elevado a ser el significante del deseo, como del goce, organiza el cuerpo. Aquí hay un punto de altercación entre la filosofía de Deleuze y el psicoanálisis que no se debe borrar. Pero ¿se puede prescindir de la organización por el falo?

El Cso tiene que ver más bien con una desorganización del cuerpo que se puede pensar a través del “objeto a” causa del deseo. El objeto a permite pensar que hay zonas de goce con trozos de cuerpo en relación con un borde. F. Guattari lo reconoce “el objeto a hace irrupción en el medio del equilibrio estructural del individuo a la manera de una máquina infernal”. El CsO es un cuerpo donde el objeto a desplaza todos los lugares de intensidades del cuerpo.

El Cso puede ser el nombre del cuerpo gozado, como encuentro entre lalengua y el cuerpo. Los elementos de lalengua han marcado el cuerpo como “acontecimientos del cuerpo”. Si Deleuze empieza a pensar el acontecimiento a partir de la distinción estoica entre los cuerpos y los efectos incorporales, lo piensa también tanto a nivel del lenguaje como del cuerpo. El CsO es el soporte de la posibilidad de un acontecimiento del cuerpo como un proceso de distribución de intensidades que marcan de otra manera el cuerpo y que deshacen el organismo.

 

[1]   Escrito CsO en G. Deleuze y F. Guattari, Mil Mesetas: Capitalismo y esquizofrenia (1980), Valencia, Pre-textos, 1994.

[2]   A pesar de sus lecturas respectivas, como se puede ver en G. Deleuze, Lógica del sentido (1969), Barcelona, Paidós Ibérica, 2005, Sexta serie y en J. Lacan, El Seminario Libro 16: De un Otro al otro (1968-69), Buenos Aires, Paidós, 2008, 19/03/69.

[3]   G. Deleuze y F. Guattari, Francis Bacon: Lógica de la sensación (1981), Madrid, Arena Libros, 2002, pág. 28.

[4]   G. Deleuze y F. Guattari, El Anti-Edipo: Capitalismo y esquizofrenia (1972), Barcelona, Paidós Ibérica, 1985, pág.17.

[5]   J. Lacan,“A l’Ecole Belge de psychanalyse” (1972), Quatro nº5, 1981, págs. 21-22.

 

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Parlêtre

Rodolfo Pujol Ríos

Psiquiatra, psicoanalista. Miembro de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis (ELP) y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP).

 

Lacan definirá el inconsciente “estructurado como un lenguaje” y lo formalizará a partir del orden simbólico como referencia. Sitúa al $ (sujeto barrado) como una variable en función del recurso simbólico. La noción de inconsciente está representada por la articulación en la cadena significante de S1–S2. Esta articulación puede producir un efecto de sujeto, llegando a definir el inconsciente como un saber sin sujeto, ¿y el cuerpo en esta formalización del inconsciente, dónde está?

La pulsión y su presencia en los fenómenos de borde, muestran que el cuerpo no era ignorado, el inconsciente tiene una relación con el goce del cuerpo, el prohibido y perdido del autoerotismo, pero también el extraído del cuerpo por la articulación simbólica y que los objetos a concentran. Por lo cual la articulación S1–S2 dan un producto que es el objeto a. No obstante el $ del inconsciente y el goce pulsional son aquí disyuntos.

En Joyce el Síntoma[1], Lacan dice: ”de allí mi expresión parlêtre (habla ser) que sustituirá al inconsciente de Freud (inconsciente que se lee así): apártate de ahí para que yo me instale”.

LOM[2] que tiene un cuerpo y no tiene más que uno. Entonces el parlêtre no es un cuerpo sino que lo tiene o dicho de otra forma “el cuerpo, el parlêtre no lo es, lo tiene”.

En su discurso de cierre del último Congreso de la AMP, Jacques-Alain Miller refiere que se había adherido a la idea del cuerpo en la dimensión de lo imaginario, pero, nos dice que el cuerpo cambia de registro (Real), como cuerpo hablante. ¿Qué es el cuerpo hablante? Respuestas de Lacan “es un misterio”[3] .

 

Traumatismo de lalengua

El cuerpo humano marcado por la prematuración es precedido por una materialidad sonora del significante y su transformación en marca, en letra, que percute en el cuerpo y produce un traumatismo (en francés traumatisme, que Lacan transforma en troumatisme, significando trou agujero), un rasgo de goce en el cuerpo se aísla a partir de un decir y sedimenta en la lalengua, materialidad fonética. Aquí el cuerpo goza de sí mismo y éste cuerpo no tiene orificios ni bordes. El parlêtre no extrae su ser, pues, sino de la palabra, desde entonces conectado con el cuerpo gozante, que no se deja negativizar y la pulsión no está disyunta al parlêtre, pulsión que es definida por Lacan como “el eco en el cuerpo del hecho de que hay un decir” .

Esto implica que lalengua está tomada por el goce, cuerpo que habla y goza, que tiene consistencia de goce, un cuerpo es algo que goza, sustancia gozante, pues revela que el individuo habla a través del acontecimiento de cuerpo, singular para cada uno, que es el sinthome.

¿Y qué es lalengua? Es un continuo donde no hay propiamente diferencia entre un elemento y otro. Hay una continuidad en lalengua de un goce que estará vinculado a la letra, hasta que el Otro materno fonetiza el cuerpo del niño introduciendo las diferencias significantes del lenguaje, organizado éste como una gramática y constituyendo a partir de allí la cadena significante marcada por las diferencias.

Lalengua es singular, uno por uno, y el lenguaje es universal.

El parlêtre forma parte de un giro en la enseñanza de Lacan, desde la primacía del significante en tanto estructura del lenguaje, al predominio del significante Uno, que es causa de goce.

Es la época del parlêtre que es acompañada con cuerpo hablante, sinthome y escabel.

 

[1] En J. Lacan, Otros escritos, pág. 592

[2] Lacan emplea el neologismo L.O.M. a partir de su lectura de Joyce. La denominación del hombre, universal se transforma en el singular del goce joyceano, dando lugar en la escritura psicoanalítica, a una sucesión de letras y puntos que llega a ser un puro sin sentido genérico (que en castellano podemos traducir por la escritura homofónica LOMBRE).

[3] En J. Lacan, Aún, pág. 158.